Bienvenidos a un nuevo artículo de la serie acerca de nuestra experiencia en Corea del Sur y Japón abordo de un crucero. El día anterior estuvimos en Kioto y hoy visitamos la ciudad de Osaka. Osaka es la tercera ciudad más poblada de Japón, después de Tokio y Yokohama, y es conocida como «la cocina de Japón». Por su importancia, decidimos visitarla durante nuestro segundo día en Kobe, ya que estábamos a solo unos 30 km de distancia.
Teníamos dos opciones de transporte: el tren bala o un tren convencional más económico pero también rápido. Nos decantamos por la opción más barata, pues el día anterior ya habíamos experimentado el tren bala en nuestro viaje a Kioto.
Entre las atracciones turísticas de Osaka, elegimos visitar primero el Castillo de Osaka y dedicar el tiempo restante al distrito de Dotonbori.
Salimos del barco a primera hora y tomamos un Uber que nos dejó en la estación de tren. En Kobe no hay problemas con Uber ni con los taxis, pues es una ciudad moderna con amplia oferta de transporte.
Castillo de Osaka
El castillo está ubicado dentro de un gran parque público con abundante vegetación, numerosos caminos y zonas de descanso. Visitamos en agosto, cuando el calor es considerable. Dicen que en primavera, cuando florecen los cerezos y otras especies de árboles, es especialmente hermoso. En cualquier caso, todos los parques en Japón están muy cuidados y tienen mucha vegetación, lo que hace agradable el paseo.
Es recomendable ir con calzado cómodo y ropa ligera, porque desde que se entra en el parque hasta que se llega al castillo hay que caminar un buen trecho. Además, si lo visitas en temporada alta como nosotros, tendrás que hacer cola para entrar.
El Castillo de Osaka, uno de los monumentos más emblemáticos de Japón, se erige como un símbolo de poder, unificación y perseverancia a lo largo de una tumultuosa historia de destrucción y reconstrucción. Su origen se remonta a 1583, cuando el poderoso señor feudal Toyotomi Hideyoshi, una figura clave en la unificación de Japón, ordenó su construcción con la ambición de que superara a cualquier otro castillo existente. Emplazado sobre los cimientos del antiguo templo Ishiyama Hongan-ji, el castillo original presentaba una majestuosa torre principal de cinco pisos, con detalles en pan de oro que deslumbraban a los visitantes y reflejaban la opulencia de su señor.
Tras la muerte de Hideyoshi, el castillo pasó a ser el epicentro del conflicto por el poder. En 1615, durante el Asedio de Osaka, las fuerzas del shogunato Tokugawa derrotaron al clan Toyotomi, destruyendo gran parte de la fortaleza original. El clan Tokugawa reconstruyó el castillo en la década de 1620, erigiendo murallas de piedra aún más imponentes y una nueva torre principal. Sin embargo, la desgracia volvió a cebarse con la fortaleza cuando, en 1665, un rayo provocó un incendio que consumió la torre principal.
Durante los siglos siguientes, el castillo sufrió un progresivo deterioro. El golpe final llegó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los bombardeos aéreos destruyeron varias de sus estructuras. No fue hasta 1931 que se inició la reconstrucción de la torre principal en hormigón armado, devolviéndole su esplendor exterior. El interior fue transformado en un moderno museo que narra su fascinante historia. Hoy en día, el Castillo de Osaka, rodeado por un vasto parque y sus fosos originales, atrae a millones de visitantes, erigiéndose no solo como una joya arquitectónica, sino también como un testimonio tangible de la rica y compleja historia de Japón.
Actualmente, el Castillo de Osaka se presenta como una magnífica reconstrucción de hormigón que respeta la estética imponente de su pasado feudal. Aunque su exterior, con sus muros blancos y tejados verdes ornamentados en oro, evoca la grandeza del Japón de los samuráis, su interior ha sido completamente modernizado para albergar un fascinante museo. A través de sus ocho plantas, accesibles incluso por ascensor, los visitantes pueden sumergirse en la historia de Toyotomi Hideyoshi y de la propia ciudad a través de maquetas, armaduras y documentos históricos.
Hay dos ascensores en funcionamiento que suben hasta la penúltima planta. Si lo prefieres, puedes subir andando, pero la mayoría de gente optamos por el ascensor. La espera era breve, unos 10 o 15 minutos, pues en cada uno cabían bastantes personas. La planta superior funciona como un mirador panorámico de 360 grados, ofreciendo vistas espectaculares del extenso Parque del Castillo de Osaka y del moderno horizonte de la ciudad. Dimos la vuelta completa y nos hicimos muchas fotos muy bonitas. También corría un aire muy fresco que se agradecía mucho.
No dedicamos demasiado tiempo a las demás plantas. Había bastante gente, y si querías podías leer pantallas con información muy detallada sobre las diferentes batallas y épocas históricas. Preferimos centrar nuestra atención en las vitrinas con escenarios y objetos históricos. Antes de irnos, visitamos la tienda de souvenirs que estaba en la planta de salida y compramos algunos souvenirs.
El parque donde está ubicado el castillo abarca aproximadamente dos kilómetros cuadrados, sirviendo como un pulmón verde para la metrópoli. Rodea la fortaleza con sus impresionantes fosos y murallas de piedra. Los terrenos incluyen el hermoso Jardín Nishinomaru, un lugar ideal para contemplar los cerezos en flor durante la primavera, además de diversas instalaciones deportivas y culturales. El castillo no es solo un monumento histórico, sino un centro de ocio y cultura para ciudadanos y turistas por igual.
Dotonbori (Glico Man)
La calle más famosa de Osaka es Dotonbori, conocida por sus luces de neón, restaurantes, tiendas, cafeterías y el icónico cartel luminoso del Glico Man. Aunque fuimos por la mañana, había mucha gente haciéndose selfies y fotos desde todos los ángulos. Por la noche, con todo iluminado, es espectacular. También es una zona gastronómica muy famosa.
Esta zona turística está en el distrito de Namba, junto al canal del mismo nombre, y es un área imprescindible si visitas Osaka.
Por la noche, esta área peatonal a lo largo del canal se transforma en un deslumbrante espectáculo de luces de neón y carteles publicitarios gigantescos y extravagantes. Entre ellos, el más icónico es sin duda el «Glico Running Man», este anuncio luminoso que desde 1935 se ha convertido en un símbolo de la propia Osaka y un punto de encuentro obligado para tomar fotografías.
Dotonbori es el epicentro de la filosofía kuidaore, que se traduce como «comer hasta la ruina». La zona es un paraíso para los amantes de la buena comida, con una oferta interminable que abarca desde restaurantes de alta cocina hasta humildes puestos callejeros. Aquí es imprescindible probar especialidades locales como el takoyaki (bolas de pulpo), el okonomiyaki (una especie de tortilla o pizza japonesa) y el kushikatsu (brochetas empanadas). Los aromas que emanan de las cocinas se mezclan en el aire, invitando a los transeúntes a una degustación constante.
El canal, con sus paseos y barcos turísticos que ofrecen una perspectiva única de los letreros luminosos, añade un encanto especial al distrito. La atmósfera es siempre festiva y bulliciosa, llena de vida con teatros, tiendas y una multitud de locales y turistas que recorren sus calles. Dotonbori es una experiencia inolvidable que captura la esencia moderna y tradicional de Japón en un solo lugar.
También es un excelente lugar para ir de compras, desde marcas de lujo hasta tiendas con precios muy asequibles. La cosmética es un punto fuerte en Japón, con gran variedad a buenos precios. Yo compré mascarillas y limpiadoras faciales en crema que me parecen fabulosas. También hay ropa y las famosas máquinas expendedoras de sorpresas donde introduces una moneda. Si lo visitas, aprovecha para comprar souvenirs aquí.
Desde allí regresamos al barco, aunque llegamos bastante tarde respecto a la hora prevista porque el tiempo en Japón pasa volando, ya que hay muchos lugares fascinantes que visitar. La siguiente parada es Nagoya! Te invitamos a que leas el próximo artículo de esta serie: Nagoya – Castillo, Sakae y el acuario del puerto